El documental PAGE ONE
comienza con un aluvión de noticias en distintas cadenas de televisión sobre
medios que cierran o que se han declarado en la bancarrota. Hasta el mismo The New York Times,
la “vieja dama gris” como todavían llaman a esta cabecera emblemática del
periodismo, pierde un 75% del valor de sus acciones y muchos se preguntan cómo
le afectará la crisis.
Durante casi hora y media, PAGE ONE te muestra las intimidades del día a día del periódico The New York Times, el sueño de muchos estudiantes y periodistas al otro lado del Atlántico, lástima que sea en un momento que la tradicional industria mediática está en cuestionamiento como consecuencia del papel de internet en los medios de comunicación.
Durante casi hora y media, PAGE ONE te muestra las intimidades del día a día del periódico The New York Times, el sueño de muchos estudiantes y periodistas al otro lado del Atlántico, lástima que sea en un momento que la tradicional industria mediática está en cuestionamiento como consecuencia del papel de internet en los medios de comunicación.
En el transfondo del
documental y en la mayoría de las intervenciones de los periodistas que
participan en él, subyace la misma preocupación que los que estábamos viendo el
film: a quién le importa tener una prensa rigurosa en los tiempos que corren si
no es rentable.
Son tiempos duros para muchas
profesiones, y el periodismo está en el ojo del huracán del nuevo modelo de
sociedad de la comunicación al que nos encaminamos. Al mismo tiempo coincide la
reducción de los ingresos publicitarios y la competencia de otras nuevas
fuentes de información, lo que toca de lleno la línea de flotación del buque
periodístico. No estamos en una transición sino en medio de una revolución y la
confusion sobre qué futuro nos espera nos tiene atenazados.
Hay en el documental cierta
añoranza del pasado, quizás algo parecido nos ocurre a los que vimos la
película aunque no hubiésemos vivido esos tiempos dorados de la profesión –si
se puede llamar dorados a una profesión de tinta negra y papel. Puede ser
una manera de luchar contra el ambiente pesimista y de funeral que inunda las
redacciones de muchos medios en España.
Algunos compañeros del
visionado se sintieron identificados con las imágenes de los despidos de
periodistas veteranos de la redacción de The New York Times cuando en 2009 más
de 100 personas de una plantilla aproximada de 1.250 pasaron a la lista de
parados del país.
Pero el documental no solo
habla de la crisis económica que afecta a la industria sino también de los
desafíos del periodismo: wikileaks, las nuevas plataformas sociales, el afán de
los lectores de acceder a noticias online de manera gratuita. También habla de
periodistas de la vieja guardia como David Carr quien se esfuerza por entender
la cultura de las redes sociales y cómo acaba aceptando el uso del Twitter como
otra forma de información en su trabajo, llegando a la conclusion de que el
medio no es el mensaje, sino los mensajes son los medios.
Toda esa exposición de temas
que rodean a la profesión periodísta dio lugar a un debate animado e incluso
acalorado entre periodistas y aquellos otros que son simples consumidores de
información.
Sobre un terreno más español
se habló, entre otras cosas, de cómo afecta a los medios el hecho de que
actores de este escenario habitualmente dedicados a profesionales, véase
agencias de información, se conviertan a través de una simple página web en
suministradores de noticias directas al consumidor final, y por supuesto,
gratuitas. Se estableció un paralelismo con el sector editorial, donde la venta
directa de libros desde las editoriales, sin cobrar gastos de envío
siquiera, hace competencia directa a las librerías, tan necesarias en la
cadena del libro.
De vuelta, la gratuidad de la
información se convirtió en el tema del debate. Algo que parece irresoluble
para una generación a la que los gigantes tecnológicos (fabricantes de
aparatos) y las empresas de telefonía y comunicación les han incitado a pensar
que todo aquello que se pueda conseguir por internet debe ser gratuito. La
industria tecnológica en los momentos actuales es tan poderosa que está
moldeando peligrosamente los medios de comunicación y la cultura conforme a sus
interes más espurios. Es por ello, que necesitamos usuarios de la información
que estén dispuestos a pagar por contenidos de calidad, si pretendemos que el
periodismo siga existiendo en esta nueva era tecnológica.
Bill Keller, director del The
New York Times en el momento que se rodó el documental, se dirige a sus
empleados con la siguiente aseveración: “Journalism is alive, well, and
feisty, especially at the New York Times.”
Todos, por unos segundos, nos
agarramos a esa frase para pensar que es posible.
Una noticia reciente del mes
de febrero sobre los resultados del ejercicio económico de The New York Times
vislumbran esa posibilidad. Por primera vez los ingresos por circulación han
superado a los publicitarios y dicha circulación ha sido fundamentalmente a
través de suscripciones digitales, con 668.000 usuarios de pago al finalizar
2012.
Lourdes Lázaro y Valentín Alejándrez
Lourdes Lázaro y Valentín Alejándrez